
Celebramos los 100 con el bonsái japonés
Cultura -
No todos los días se cumplen 100. Hace seis meses, en diciembre de 2017, tomé la decisión de renovar este espacio digital por y para los amantes de Japón. Cambio de look&feel, de línea editorial y de tono para convertir Periodista en Japón en un blog más profesional. Con el artículo de hoy alcanzamos la cifra redonda del centenar de posts. Un aniversario que celebramos gracias a vosotros, los lectores.

Dejamos a un lado la efeméride y “vayamos al lío”, u os pensabais que os iba a dejar sin dosis de Japón. En los siguientes párrafos conoceréis el bonsái japonés, una de las expresiones artísticas del país asiático más carismáticas. En anteriores artículos hablamos un poco sobre la cerámica japonesa conocida como yakimono (焼き物 やきもの) y aprendimos las características e historia del teatro bunraku (文楽 ぶんらく) y del kabuki (歌舞伎 かぶき). Hoy abordamos el terreno de la jardinería con el cultivo de estos “pequeños” árboles.
Un poco de historia del bonsái japonés
Sabéis que me gusta “desgranar” las palabras japonesas para entender su significado. Esta vez no iba a ser menos. En este caso, el vocablo bonsái (盆栽 ぼんさい) se compone de las sílabas “bon”, traducido como plato, tazón o vasija y “sai”, referente a cualquier árbol o planta plantada (valga la redundancia). Etimológicamente hablando, el bonsái japonés proviene del término chino penzai referido al cultivo de plantas y árboles usando técnicas como la poda, el alambrado o el trasplantado.
Hay que decir que las influencias del continente a la cultura nipona no se quedaron en el Budismo y y los ideogramas. El arte del bonsái no debe atribuirse a un “invento” de la sociedad japonesa si no que sus orígenes se remontan 2.000 años atrás en China. Fueron los fieles seguidores del filósofo chino Laozi quienes otorgarían al árbol un significado de eternidad, puente entre el cielo y la tierra, nexo entre lo terrenal y lo divino.
Durante varios siglos cuidar y estar en posesión de un bonsái era cosa de nobles. Conservar un árbol dentro de una maceta conllevaba el premio de la vida eterna, o eso decían. Creyéndoselo, los monjes budistas se ocuparon de colocar bonsáis a lo largo de las escaleras de los templos e, incluso, les rezaban con gran veneración.
El bonsái llega al archipiélago japones
La práctica del bonsái llegó al archipiélago mediante la influencia del budismo Zen (época Heiena 794-1192 d.C). El objetivo final del arte del bonsái japonés consiste en representar de forma estilizada, realista y miniaturizada gran parte del ciclo de la naturaleza. Modela el tamaño y la forma del árbol o planta para recrear el entorno natural en el que viven.
El bonsái japonés no suele superar el metro de altura. Aunque parece que las plantas pequeñas se adaptan mejor a esta práctica de horticultura, cualquier tronco del que crecen ramas puede cultivarse en una maceta de pequeñas dimensiones. La clave reside en implantar un ecosistema donde las raíces encuentren limitación a su desarrollo así como una baja capacidad para retener nutrientes. Se trata de un proceso de adaptación. En este caso el bosque se convierte en maceta.
Clasificación del bonsái japonés
Muchos de los aspectos relativos a la botánica y estética del bonsái japonés han sido comprendidos gracias a su clasificación por tamaños. Una ordenación basada en el número de hombres que hacían falta para levantar susodicho árbol o planta.
Así podemos dividir al bonsái japonés en los siguientes grupos (de menor a mayor tamaño):
- Keshitsubo (3-8 cm)
- Shito (5-10 cm)
- Mame (5-15 cm)
- Shohin (13-20 cm)
- Komono (15-25 cm)
- Katade-mochi (25-46 cm)
- Chumono/Chui (41-91 cm)
- Omono/Dai (76-122 cm)
- Hachi-uye (102-152cm)
- bonsái imperial (152-203 cm)
Muchos pueden pensar que el cultivo del bonsái japonés no es más que otra de las muchas artes que convive en el país asiático. La realidad es que junto a la pintura, la caligrafía o la ceremonia del té el arte del bonsái es considerado una expresión espontánea de simplicidad y asimetría, principios básicos de la filosofía Zen.