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El camino hacia la Restauración Meiji

Alguno de vosotros a través de ls redes sociales ha comentado en alguna ocasión que le gustaría conocer más aspectos relacionados con la política japonesa. El país asiático pasó en muy poco tiempo de ser una sociedad completamente feudal a una de las más industrializadas de la época, ¿Cómo lo hizo?

A lo largo de estas líneas me dispongo a explicar de la forma más amena posible uno de los puntos de inflexión en la historia contemporánea de Japón: el camino hacia la Restauración Meiji (1868-1912).

Contexto histórico, sucesos y acontecimientos que desembocaron en lo que podemos llamar «inicios de la era moderna en Japón». Cambios estructurales que permitirán al país asiático situarse como la segunda potencia mundial en poco más de 50 años.

Camino hacia la Restauración Meiji: contexto histórico

El camino hacia la Restauración Meiji fue largo. Durante el siglo XVII Japón sufrió un fuerte incremento de la población urbana. En aquel entonces contaba con un millón de habitantes y cinco ciudades del país superaban los 100.000. Alrededor de estas urbes empezaron a proliferar mercados que en poco tiempo dieron lugar a una nueva clase social, los comerciantes. A partir de 1637 la clase guerrera, los samurái ( さむらい), perdieron su principal trabajo por falta de confrontaciones y empezaron a sufrir las transformaciones económicas y sociales del país. Con el estipendio que les quedaba de los señores feudales o daimyô (大名 だいみょう) tenían suficiente para ir malviviendo pero al poco tuvieron que espabilarse para buscar nuevas formas de ganarse la vida. Sobre todo si querían seguir manteniendo el nivel de vida que se llevaba en la ciudad.

Los samurái se convirtieron en los grandes consumidores de cultura urbana y rápidamente se inició una relación de dependencia entre estos y los comerciantes. Además, las cosas se les complicaron a estos maestros del sable cuando a finales del siglo XVII principios del XIX los señores feudales les redujeron los honorarios. Los grandes terratenientes empezaron a verse “ahogados” económicamente por culpa del sankin kôtai (参勤交代 さんきんこうたい) y los samurái paulatinamente abandonaron su clase noble para convertirse a ojos del “populacho” en parásitos sin trabajo. Había nacido una nueva clase social, los rônin (浪人 ろうにん) o samurái sin amo.

Los daimyô detractores del gobierno militar Tokugawa

Aquellos señores feudales que habían ayudado al shôgun (将軍 しょうぐん) Ieyasu Tokugawa a salir victorioso de la batalla de Sekigahara (1600) fueron los más beneficiados por el bakufu (幕府ばくふ) o gobierno militar. A dichos terrateniente se les entregaron grandes extensiones de terreno. No así a los detractores del shogunato, los daimyô Tosama situados al suroeste y al noroeste del país y apartados del centro de influencia política y militar.

En este sentido, los señores feudales de Choshu, Tosa y Satsuma serán los grandes perjudicados convirtiéndose en los principales instigadores de la revuelta contra el bakufu Tokugawa. Su primera iniciativa fue ampliar las zonas cultivables de sus territorios para hacer frente a los gastos del sankin kôtai y aumentar los impuestos a los campesinos. Al mismo tiempo, empezaron a monopolizar actividades manufactureras como la producción de tabaco, azúcar o papel. Pese al intento de aumentar la recaudación en sus territorios no consiguieron establecer políticas fiscales más impositivas sobre los comerciantes. Estos ya acaparaban gran parte del poder económico del país.

Sakoku vs Kaikoku

La llegada de forma ininterrumpida de navieros norteamericanos a las costas japonesas fue uno de los principales indicios de que la política del sakoku (鎖国 さこく) o “cierre del país” tocaba a su fin. Durante más de 250 años Japón había cerrado las fronteras a toda influencia extranjera y al grito del sonó jôi “reverencia al emperador y expulsión de los extranjeros” abandonó los circuitos comerciales internacionales. Los partidarios de esta tesis aislacionista vieron necesario evitar cualquier tipo de relación con otras potencias extranjeras mientras el país no fuera lo suficientemente fuerte a nivel militar.

Color hojas en otoño, Japón

En este contexto, surgió el debate sobre si esta tendencia reaccionaria en contra de cualquier país occidental podía mantenerse a largo plazo, si era beneficiosa para Japón. Así, surgieron las primeras voces discordantes con el sakoku alineadas con una nueva corriente de nombre kaikoku (開国 かいこく) o “apertura del país”. En el seno del propio bakufu Tokugawa existían actores influyentes a favor de las políticas aperturistas pero la fuerza de los ideales del sakoku impidieron que sus ideas fructificaran.

La llegada de los barcos norteamericanos

El XVII fue el siglo de la expansión americana por el Pacífico. En un principio, su principal objetivo era China pero pronto vieron que Japón se encontraba en medio e la ruta entre Shanghai y San Francisco así que la única solución posible pasaba por que el el país asiático cediera a negociar la apertura de sus fronteras.

La primera visita de las llamadas “naves negras” del comodoro Perry fue en 1853. En ese momento Perry entregó una carta del presidente norteamericano Millard Filmore al consejero de Estado del bakufu, Abe Masahiro. Pese a que Masahiro pensaba que las peticiones americanas podrían suponer un problema para el bakufu, no pudo si no ceder y transmitir sus inquietudes a los señores feudales. Diecinueve de ellos estaban a favor de mantener las políticas del sakoku y otros diecinueve a favor de ceder a las exigencias de Perry.

Dentro del propio gobierno shogunal existían importantes daimyô dispuestos a claudicar a las demandas americanas, pero no era el caso del shôgun Nariaki Tokugawa. El 1 de diciembre de 1853 Masahiro intentó llegar a un acuerdo con los daimyô a favor del kaikoku pero la intransigencia de Nariaki lo complicó todo. Poco después y de forma unilateral, se llegó a un acuerdo de mínimos con el comodoro Perry.

En marzo de 1854 se produjo la segunda visita de Perry con marcados objetivos para los americanos: conseguir un trato justo para los náufragos, la apertura del puerto de aprovisionamiento y varios acuerdos comerciales con Japón. La primera de las peticiones no entrañaba grandes contratiempos no así las otras dos. Pese a ello, ese mismo año terminaría por signarse el Tratado de Kanagawa poniendo fin al periodo de aislamiento del país. Que no se firmara nada en relación a las cláusulas comerciales dejó satisfechos a los responsables del bakufu.

La llegada del comodoro Perry a las costas japonesas supuso un punto de inflexión en el camino hacia la Restauración Meiji. Pese a los detractores de la política del kaikoku, al final, en 1854 se firmó el Tratado de Kanagawa que ponía fin a más de 250 años de ostracismo y aislacionismo comercial

Nuevos estados en busca del “pastel comercial” japonés

Después del Tratado de Kanagaa empezaría una nueva fase en las relaciones entre Japón y las potencias occidentales. Británicos, rusos y holandeses no tardarían en reclamar su “trozo de pastel” y entre 1854 y 1858 hicieron su petición al gobierno del bakufu. En 1857 se negociaría un tratado comercial con Holanda y en octubre de ese mismo año se firmó, también, con los rusos. Hota Masayoshi, sustituto de Abe Masahiro, sería el primer interesado en firmar los acuerdos ya que enseguida se percató que pronto llegarían nuevos estados con las mismas intenciones.

A la vista de estos nuevos contratos con potencias europeas, los americanos exigieron al gobierno nipón acuerdos mucho más desiguales que les beneficiaran. Un tratado que terminaría por firmarse en 1858. En él se incorporó la cláusula de nación menos favorecida que permitía a la última potencia en llegar beneficiarse de todo aquello firmado con anterioridad.

El nuevo tratado con los americanos

Este nuevo tratado tuvo consecuencias nefastas para la economía japonesa. Exportaciones mucho más baratas, fluctuaciones en el valor de la moneda que terminarían provocando su devaluación y la inflación de los precio, etc. El nivel de vida de la sociedad japonesa de la época aumentó hasta un 50% y el precio del arroz, sustento principal, se multiplicó por doce. Y lo que se dice, las desgracias nunca llegan solas. Aparecieron nuevas enfermedades en el archipiélago procedentes de la India como el cólera y algunos extranjeros, sobre todo aquellos procedentes de la China, empezaron a crear conflicto con los autóctonos. Un contexto propicio para crear el “caldo de cultivo” necesario para iniciar las revueltas en contra del bakufu Tokugawa. El camino hacia la Restauración Meiji tenía marcado su fin.

Paisaje japonés con el mar de fondo

Fue entonces cuando aparecieron los llamados Shishi o samuráis de clase media y sin trabajo procedentes de los territorios de Tosa, Choshu y Satsuma. Aquellos que habíamos dicho antes que no estaban muy a favor de las políticas del gobierno militar del shôgun. Estos se dedicaron a cometer acciones terroristas contra el bakufu y los extranjeros dejando al shogunato contra las cuerdas. Por un lado, tenían a gran parte de los daimyô más importantes en contra, por el otro, los extranjeros les exigían seguridad frente a los ataques de los Shishi.  Sin duda, una situación difícil con la que lidiar y que, finalmente, condujo a Japón a una inevitable guerra civil en 1868.

Los ataques provocados por los Shishi, samurái bajo las ordenes de los señores feudales de Satsuma, Choshu y Tosa, pusieron en «jaque» las políticas del gobierno militar de los Tokugawa

Una época de máxima tensión

Frente a esta situación de máxima tensión la posición de los extranjeros quedó dividida. De puertas a fuera apelaban a la neutralidad para no ser expulsados pero, al mismo tiempo,  se beneficiaban del conflicto a través del comercio de armas. Los incesantes altercados y actos terroristas perpetrados por los Shishi empezaban a hacer mella en la legitimidad del shogunato. La violencia que se vivía en el país no era más que una consecuencia directa de su incapacidad política.

Incluso el emperador, que hasta entonces se había mantenido al margen se postuló en contra de la firma de los tratados internacionales así como de los ataques terroristas de los Shishi. Algunas intrigas dentro del gobierno hicieron que el shôgun iniciara una purga de todos aquellos a favor del acercamiento entre el bakufu y las potencias occidentales.

Por su lado, los daimyô contrarios a las políticas del shôgun acusaban al bakufu del caos que vivía la sociedad nipona. Los señores feudales de Satsuma y Choshu, pese a mostrarse beligerantes con el gobierno shogunal se beneficiaban de la tecnología y los contactos con los extranjeros.

Los monopolios establecidos en sus territorios les otorgaron grandes recursos económicos y el sankin kôtai dejó de ser un inconveniente para ellos. Para más inri, el daimyô de Satsuma, quien hasta 1865 se había mantenido a favor de un pacto con el shôgun, cambiaba de parecer adoptando una posición mucho más beligerante y radical en contra del bakufu. Finalmente, personajes del clan Stasuma tan influyentes como Okubo Toshimichi o Takamori Saigo terminarían pactando un acuerdo secreto con Choshu en 1867 para poner fin al shogunato.

Terminaba de este modo una época de ostracismo para Japón y el inicio de la era moderna. El camino hacia la Restauración Meiji estaba en marcha.