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Un animal venerado: el ciervo japonés

Hace un tiempo os hablé de la peculiar geografía del archipiélago japonés. Desde sus inicios, la sociedad nipona desarrolló su actividad alrededor del cultivo del arroz debido, en gran parte, a la imposibilidad orográfica por la crianza de animales. Pese a ello, la mitología del país asiático guardan un espacio protagonista a los animales, tanto reales como ficticios.

Así nos encontramos al tanuki (狸たぬき), el zorro japonés o ktitsune (狐 きつね), o los “traviesos” tengu (天狗 てんぐ) y kappa (河童 かっぱ). Entre todos ellos alberga un lugar especial el ciervo japonés del que os hablaré en estas líneas.

Historia y leyendas sobre el ciervo japonés 

Según el folklore, los ciervos japoneses que habitan en los parques de Nara  en su día fueron considerados animales sagrados por su relación con dioses del panteón sintoísta. Cuenta la leyenda que Takenomikazuchi-no-mikoto, una de las cuatro deidades del Santuario Kasuga, en la antigua capital, apareció en el Monte Mikasa montando un ciervo blanco. Desde ese momento, estos animales fueron vistos como seres divinos y matar a uno de ellos podía castigarse, incluso, con la muerte. Al menos hasta 1637, año que se tiene constancia de la última violación de dicha ley.

Después de la Segunda Guerra Mundial y con la proclamación de la Constitución de 1947 el Emperador japonés quedó despojado de todos sus atributos divinos. Por lo tanto, el ciervo japonés también perdió su estatus sagrado y divino. Aún así, estos fueron designados como tesoro nacional de Japón así que actualmente están protegidos como tales.

Fuera de la mitología, el ciervo es considerado estandarte de la cultura japonesa. De nombre shika (しか), estos animales llegaron al archipiélago incluso que los propios habitantes del país. Cuentan que cruzaron los puentes de tierra continentales que se formaron durante la era glaciar.

El ciervo japonés en la actualidad 

Actualmente las dos colonias de ciervo japonés más importantes se encuentran en los parques de Nara y en la isla de Miyajima, al lado de Hiroshima. A lo largo de la historia, la manada que habita el Nara-koen ha aprendido a poner cara de lástima para conseguir comida de los turistas. Alrededor del parque los puestos ambulante hacen su agosto con la comida para animales. Al mismo tiempo, los sorprendidos foráneos aprovechan para comer las shika sembei o “galletas saladas para ciervos” vigilando que uno de ellos no le muerda por sorpresa. Pese a que el ciervo japonés suele ser un animal dócil, los machos pueden mostrarse agresivos durante la época de apareamiento así que id con cuidado.