
Estudiar en Japón o la mejor experiencia
Actualidad -
En la actualidad, las opciones para aquellos interesados en estudiar en Japón se han multiplicado. Existen gran cantidad de becas para estudiar en Japón y en España son muchas las empresas que se dedican a organizar estancias y cursos de idiomas en el país asiático. También encontramos algunas universidades que cuentan con convenios de estudios con homólogas en el archipiélago asiático.

Desde hace años, los gobiernos de ambos países trabajan para fomentar la llegada de estudiantes y transmitir los valores y la cultura de cada nación en el marco de sus relaciones bilaterales. Así pues, en el artículo de hoy os contaré mi primera vez como estudiante de japonés en el país de las geishas y los samuráis. Una experiencia que quise vivir desde bien pequeño y que se convirtió en la mayor aventura hasta la fecha.
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De preparativos y nervios
Por aquél entonces, año 2009, me encontraba cursando primero de Estudios Asiáticos en una universidad española. Mi nivel de japonés era muy básico, apenas empezaba a leer los primeros tomos manga cuando uno de mis amigos de facultad me habló de las estancias para aprender japonés en Tokio. Conociendo de la sociedad nipona poco más que los relatos de las novelas de Haruki Murakami no me lo pensé dos veces y me embarqué en mi primer viaje para estudiar en Japón. Me convertí en ryûgakusei (留学生 りゅうがくせい) o estudiante de intercambio.
El día anterior al viaje era un matojo de nervios. Sin apenas dormir me subí a un avión que, 18 horas después, debía aterrizar en el aeropuerto internacional de Narita, a las afueras de Tokio. Superados con éxito los trámites de aduanas e inmigración del aeropuerto pude respirar tranquilo. Había cumplido uno de mis sueños.
Por suerte, los primeros pasos en suelo nipón fueron sencillos y de la mano de la empresa que organizaba el viaje. Se encargaron de buscarme la academia en la capital japonesa, hacer el papeleo necesario par mi aceptación como estudiante de intercambio o facilitarme el acceso a la residencia que se convertiría en mi hogar durante ese tiempo. Un alivio teniendo en cuenta la barrera idiomática.
Estudiar en Japón: un mes para descubrir Tokio
Tokio se alzaba ante mis ojos como la gran megalópolis que había visto en la post apocalíptica cinta de Katsuhiro Otomo, Akira, o en la costumbrista Lost in translation de la “historia de amor” entre Scarlett Johanson y Bill Murray. Los barrios más populares de la capital del país asiático estaban a mi alcance, tan solo a unas paradas de metro de la academia en la que cada mañana estudiaba. Así, durante Septiembre de 2009 mi rutina fue la siguiente: me despertaba temprano para coger un tren hacia el barrio de Yotsuya, donde estudiaba, y por la tarde me dedica a conocer y recorrer la ciudad.
Para aquellos que os estéis planteando ir a estudiar a Japón no debéis preocuparos del conocimiento del idioma que llevéis de base. Las clases en la academia son para todos los niveles y están estructuradas de tal forma que se aprende tanto gramática, como vocabulario, kanji, silabarios japoneses, lectura y conversación.
Todo el aprendizaje se articula dentro de un contexto de situaciones cotidianas y del día a día en Tokio que ayudan a hacerlo todo más ameno y creíble. Además, las clases suelen estar formadas por otros alumnos extranjeros con quien puedes entenderte en otros idiomas si al principio el japonés aún no es tu fuerte. Otro punto a tener en cuenta es que dichas clases están dirigidas por profesores nativos, muy cercanos y profesionales.
Una ciudad de contrastes
Pero la verdadera aventura empezaba cuando terminaban las clases, poco después del mediodía. Descubrir todo lo que Tokio podía ofrecerme era abrumador. Los rascacielos de Shinjuku o Roppongi, los neones y luces de los grandes almacenes de Shibuya, la cultura popular en Harajuku, parques frondosos como el de Ueno, templos de lo más variopintos… todo eran impactos audiovisuales que mi cerebro sufría para procesar. “No creo que tenga suficiente tiempo para verlo todo” era lo que pensaba mientras paseaba. La inmensidad de la antigua Edo impresionaba.
Quería perderme por las calles del llamado “barrio rojo” de Kabukichô, experimentar lo que es un karaoke en el país del sol naciente, comer sushi (寿司 すし) cerca de la lonja de pescado de Tsukiji, jugar a los recreativos de las salas de Akihabara, pasear por las calles más caras de Ginza, visitar la Torre de Tokio o el templo Sensô-ji en Asakusa y probar todos los manjares que ofrecían los tenderetes de Ikebukuro. Todo a mi paso era fascinante, encanto sin parangón en una ciudad de posguerra reconstruida entre vanguardia y tradición.

Nunca olvidaré la primera vez que probé el sushi en Japón
En cuanto al dinero, hay que decir que Japón, aún hoy en día, sigue siendo una sociedad “cash”. Si tenéis pensado ir a estudiar a Japón durante un tiempo os aconsejo que os llevéis lo suficiente en metálico. En la mayoría de locales, tiendas y restaurantes solo se acepta efectivo y las tarjetas de crédito se usan, mayormente, para sacar dinero de los cajeros ATM que se encuentran por la calle o dentro de los convenience store.
El transporte en Japón puede resultarnos caro pero no es excesivo comparado con otras capitales europeas como París, Londres, Berlín o Amsterdam, por ejemplo. Si hablamos del precio de la comida las cosas cambian. Comer en Japón es asequible. Los restaurantes abundan en cualquier calle de cualquier barrio de la capital japonesa.
Puedes comer lo que te apetezca ya sea sushi, ramen (ラーメン), fideos como el udon (うどん) o el soba (蕎麦 そば), don (丼 どん) de cualquier variedad (bol de arroz con algún tipo de carne), yakiniku (焼き肉 やきにく) o parrillada de carne, empanadillas gyoza (餃子 ぎょうざ) junto a especialidades de otros países y culturas. Todo lo que uno pueda imaginar a buen precio. Por seis o siete € al cambio se come una especialidad de cantidades generosas. Además, hay que tener en cuenta y valorar que todos los establecimientos del país ofrecen agua de forma gratuita a sus comensales así que eso que te ahorras.

Uno de los cruces más emblemáticos del mundo, Shibuya en Tokio
Estudiar en Japón: una aventura intensa pero corta
A los pocos días de disfrutar de la vida en Tokio ya me había hecho a sus calles, a su gente y me conocía gran parte de los barrios populares de la ciudad. Había entablado amistad con varios autóctonos y mis expectativas y ansias de conocimiento se habían saciado, en parte. Un nuevo mundo de sensaciones que sabía debería abandonar al poco tiempo.
Y así fue, a las pocas semanas, sintiéndome casi como un nativo más, el mes de estudios llegó a su fin. Me despedí del país con la convicción y la esperanza de que muy pronto regresaría. Afortunadamente, un año más tarde regresaría para estudiar en Japón en la antigua capital japonesa, Kioto.